sábado, 27 de octubre de 2012

Be Carrefour (levoluciones)


Basado en una historia real

El viento bajaba un poco la temperatura, pero así y todo estaba insoportable. El chino tenía la cara transpirada, mientras una señora de unos setenta años le mostraba una libretita.
            —¿Y “reina” cómo se dice? —entrecerraba los ojos intentando entender la pronunciación del vendedor.
            En la libretita de la señora, el hombre se había encargado de dibujar los símbolos de la palabra y bajo ellos, la señora aclaraba cómo debía decirlo y qué era lo que significaba.
            —¿Cómo es que se dice? —acerco su nariz ganchuda aun más al cuerpo del oriental, para escucharlo mejor.
            La cara del vendedor se había transformado hacía algunos minutos; serio, me miraba de reojo y suspiraba. “No me lompas los huevos” pensaba.
            —Puede ir a escuela de 46 entre 6 y 7. Ahí enseñan glatis.
            —¿Gratarola?
—Tiene que apendelse las otra’ primero —juntó sus manos y casi quedaron pegadas—. Poquito, poquito, poquito.
            —Tengo que encontrar la otra libretita con las que me enseñaste.
            —¿La tidó a la basula?
            —¿Basura? ¿Me estás tratando de sucia? —la señora soltó una carcajada y mostró las coronas metálicas de sus dientes—. No si unos pibes me limpiaron el otro día.
            La risa duró un rato. Lo hacía con los ojos entrecerrados, mientras el chino me miraba con complicidad. Entonces, la conversación viró.
            —No tenés vino bueno —la señora guardaba su anotador en la cartera.
            —¿Cómo que no? Hay de como cualenta peso’.
            —Eeeh, pero ¿qué te pensás, que soy Cristina? —volvió a reír.
            —Noo, Clitina toma de como mil peso’ —ahora era el vendedor el que reía, mientras me miraba.
            —No, Cristina toma yampan.
            La señora preguntó cuánto era y se puso a buscar la plata. Entonces, el chino me miró con mi caja de puré de tomate.
            —Cuatro peso’, amigo.

miércoles, 3 de octubre de 2012

De fábula


La Liebre y la Tortuga
Los animales estaban de fiesta. Era el centenario de la creación del pueblo y las celebraciones en honor a Anónimo, creador de todo lo que ellos conocían, se hacían presentes en cada rincón del bosque.
A pesar de ello, la gente no olvidaba la tragedia acontecida hacía unas semanas, cuando después de que Gepetovsky circuncidara a Pinocho con un sacapuntas, la comunidad de estos personajes fantásticos sufriera una dolorosa pérdida; Campanita había fallecido atravesada, cuando quién sabe por qué decidió sentarse en la nariz del reconocido muñeco al grito de “miénteme, Pinocho, miénteme”.
Sin embargo, la Liebre –y la nombramos de esta forma porque curiosamente era la única de todo el reino; de otra manera, la famosa leyenda que a continuación será narrada se llamaría “Una liebre y una tortuga”, pero mejor darles entidad y titular a la historia “La liebre y la tortuga”-. Mejor retomar el relato; evidentemente, la extensa explicación anterior pudo haber significado una pérdida en el hilo del relato.
            Sin embargo, la Libre estaba empecinada en procurar que todos olvidaran lo acontecido; al parecer tenía una especie de entongue con Pinocho, con quien pensaban poner un videoclub en el bosque, y no le convenía que fuera condenado –paradójicamente- a la hoguera. De esta forma, decidió llamar la atención de todos los habitantes, convocando a la Tortuga a una carrera por el pinar.
            Por supuesto que la Tortuga, ni lenta ni perezosa, accedió a competir; sobre todo después del ostentoso premio: una patineta que le ayudaría a desmentir eso de que las tortugas se vuelven pedantes arriba de ellas. Y sin perder tiempo, se dirigió al pinar donde la Liebre la esperaba con ansias.
            El espectáculo fue digno de ser televisado, pero como no existían esos electrodomésticos, no pudo ser posible. Desde un principio, la Liebre adelantó considerablemente a su rival y decidió echarse a un costado del camino, a dormir un rato.
            Lo que no estaba en sus planes –aquí hacemos un guiño al lector, que sabe el trasfondo del hecho: la intención de liberar a Pinocho-, era que no recordaba haber dormido en un lugar tan cómodo, por lo que cuando despertó, ya fue demasiado tarde y la Tortuga había cruzado la meta. Desde el público, el Diego le gritaba “se te escapó la Tortuga” –verdadero origen de la frase-, pero a la Liebre poco le importaba.
            Feliz de haber logrado su cometido, liberó a Pinocho –cómo lo hizo ya es parte de otra historia- y juntos pusieron el videoclub anhelado. Evidentemente se fundieron, ya que como se dijo, en el bosque no había televisores.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Me costó un huevo

A veces, viene bien refritar las cosas que uno hace académicamente.


Me acosté y dejé el diente debajo de la almohada con mucho cuidado; no vaya a ser cosa que se me pierda el diente y me quede sin mi billetito de Carlos Pellegrini. Mientras empezaba a dormirme, planeaba lo que iba a suceder mi mañana siguiente. Iba a hacer crema el peso, qué ahorro ni qué ocho cuartos -la tele dice “un peso igual a un dólar”, ¡vamos Ménem!-, mañana me compro un huevo Kinder gigante.
            No me podía dormir de la ansiedad y hasta casi me caigo de la cucheta dos veces, culpa de giros hacia la izquierda mal calculados; no dormís en una King size, gilún. Estaba insoportable y para colmo se escuchaba el quilombo en toda la casa. Los tornillos de la cama rechinaban pidiendo aceite.
            “Quedate quieto, mamón, que vas a espantar al ratón”. Me cagaba a pedos y me obligaba a quedarme quieto, pero era imposible. Cada tanto, algunos brotes de hiperquinesia me dominaban por completo y a la mierda el mandato; igual estaba bueno, yo me moría de ganas de ver cómo era la laucha, que vaya uno a saber por qué, me la imaginaba de color azul. Seguro “Los pitufos” me habían cagado la infancia, andá a saber.
            En algún momento, quién sabe cómo, me quedé dormido. Y chau. Pérez se podría haber presentado hasta con una banda de pandereteros que yo ni enterado; cuando uno es pibe tiene el sueño profundo, es la única forma de explicar esas noches que dormido en el sillón, uno amanecía en su cama.
            Cuestión que esa mañana me desperté, y como un acto reflejo metí la mano bajo la almohada; ni una moneda había, ¡rata inmunda! Pero seguí palpando, jamás se pierden las esperanzas, y casi que me tajeo un dedo con la raíz del diente.
            Ojos vidriosos. Valiente salto desde las alturas de la cucheta. Me calzo las pantuflas de Garfield. Encaro al comedor.
            —Pa… no pasó el ratón Pérez —claro que mi voz suena quebrada, tengo casi ocho años y el bicho que repartía la guita se había olvidado de mí.
            —Uh, se habrá quedado dormido —y estiró la mano con un papelito—. Tomá, andá a comprarte el Kinder.
            No sé cuánto tiempo después me enteré que el ratón no existía y que mi viejo se había quedado dormido. 

martes, 28 de agosto de 2012

El don de la palabra

No cualquiera puede contar cualquier chiste. Algunos por recorrido tienen ese plus que les permite decir cualquier chascarrillo, que recibirán la aprobación unánime.
Otros no.
Pero los hay otros, quienes tienen dilemas semióticos; sería paradójico que Katy Perry contara el chiste del choque entre el zorro y el perro; "i'm sorry" "I'm Perry".
Guarda la tosca...

martes, 31 de julio de 2012

¿"Shh" qué?

La capacidad comunicativa del ser humano es sorprendente. Pero así como es algo que deslumbra, no implica que sea algo que siempre se anhele; a veces, los silencios son taaaan lindos.
Sucede entonces que nos encontramos en una sala de la casa -o edificio público- con otra persona y el sonido de nuestra ropa al rozarse entre sí con cada movimiento comienza a irritarnos. Entonces, entendemos que debemos romper ese maleficio y lanzarnos a la charla; por supuesto, rara vez nuestro interlocutor desea enredarse en una de ellas.
Así, obtenemos como resultado este grandioso fenómeno en el que las oraciones quedan truncas, y son completadas inconscientemente por el receptor.
Este hecho ocurre de dos maneras bien marcadas: en una cuando el emisor empieza a desvariar y sabe que se ha ido de tema, por lo que va apagando el timbre de su voz hasta que casi ni se escucha; una especie de fade out oral; el otro, es aquel que enlazado por una conversación, ha prendido el piloto automático y aunque su compañero no le haya hecho pregunta alguna, cree que está en el deber de contestar con lo que sea -aun reafirmando lo que le han dicho-, pero que sin embargo corta su oración en el final.
¿Existe ejemplo más fehaciente que el de las jubiladas que nos hablan en la cola de la caja?

viernes, 13 de julio de 2012

Frases Célebres III

El poder de un adjetivo es inimaginable. Inconmensurable.
Si no veamos este maravilloso ejemplo: el del término "invertido"
La palabra "invertida" hace más chancha a la posición sexual; incluso da carácter de erótico a vocablos que distan de serlo.
Veamos: Misionero invertido; Pirámide invertida; Salto del tigre invertido; entre otros.
Tengamos cuidado. Si no queremos fomentar las mentes podridas, si nos escandalizamos con cada conocido que siempre derrapa, pensemos dos veces.
Ni hablar del problema de los deícticos. Pero esto ya son dos mangos aparte...

martes, 3 de julio de 2012

Existenciales II (huevos Roberto, huevos)

Quienes no están a favor del aborto, ¿qué sienten cuando comen un huevo?
¿No es acaso el mismo procedimiento? ¿No estarían quitándole la posibilidad de vivir a un nuevo ser, a una nueva criatura de Dios?
Aunque claro, me podrán decir que esto sólo aplica para quienes sean de la corriente del veganismo. Puede ser, sin embargo mi duda no se disipa.
Me habré levantado con mis existencialismos baratos, inconsistentes. Sin embargo, sé que con este humilde blog dejaré pensando a mi pequeño puñado de lectores, que tendrán un nuevo argumento en las marchas pro-aborto.

PD: Si en dichas marchas pro-aborto el escrache se realiza con huevos, ¿se es redundante o es un mecanismo más para reafirmar esa postura?

martes, 26 de junio de 2012

Frases Célebres II

Es momento de maldecir al primer hombre en utilizar las muletillas. Aquél que alguna vez profirió por primera vez un "esteee" nos condenó para siempre; para la eternidad.
Ese vergonzoso vocablo de seis letras era hermafrodita, y se fue reproduciendo en diferentes palabras que inundaron nuestra lengua. Eeh, ¿qué iba a decir?
Aah, sí. La peor de todas: la respuesta del modo piloto automático.
Veamos un ejemplo:
-Che, no podés cagarte así.
-Sí. No. Tenés razón.

Hete aquí la peor inmundicia del habla. ¿¡Cómo es posible afirmar y negar algo al mismo tiempo!?
Pero esto se pone peor.
Hay quienes incluso se dan el lujo de cubrir toda posibilidad posible -valga la redundancia-.
Veamos un ejemplo:
-Che, no podés cagarte así.
-Sí. No. No sé. Tenés razón.

Entonces, es hora de ser autocríticos. Concienticemos. Pongámonos de acuerdo.
Elijamos afirmar, negar o dudar, pero nunca los tres al mismo tiempo.
Es un mensaje de un inflahuevos del vocabulario.

domingo, 24 de junio de 2012

viernes, 22 de junio de 2012

Flor de Gil



 Uno tiene que tener cuidado con sus demostraciones de fe.
 Y en caso de vivir una situación similar a ésta, mentir, disimular. Hay la verdad... y laaaa verdad.






martes, 29 de mayo de 2012

Peleas Callejeras

Maldito el inventor de los apoyabrazos. Egoísta.
Cines, teatros, COLECTIVOS DE LARGA DISTANCIA, son todos lugares de disputa no sólo ideológica sino también física. Acá sí, al que duerme se lo comen las hormigas.
Rascarse la cabeza, estirarse, o cualquier otro movimiento que implique ceder un espacio de ese valiosísimo sitio y estamos listos para toda la cosecha.
Por supuesto que el vencedor es además un campeón en hacerse el boludo, en disimular.
Cómo vamos a hacer que sean compartidos. Es una herejía que haya uno por cada unión de asientos. Así, la paz no se alcanza nunca.
Deberíamos ser solidarios y fomentar la erradicación de los apoyabrazos.

martes, 8 de mayo de 2012

Estereotipos II

  La etapa de estudiante universitario, es sin duda una de las más lindas en la vida de todo ser humano -sí, es necesario empezar con clichés-. Una era de descubrimientos y aprendizajes que nos marcarán por el resto de nuestras vidas -también es necesario lo cursi-.
  Sin embargo, al momento de hilar fino, en lo que cuestiones académicas respecta (hacemos referencia al HCS -Horas Culo silla-, que requiere toda carrera), el alumno promedio sólo presta atención un 30% de los minutos que la hora cátedra tiene. Pero la culpa no la tiene él.
  Un estudio basado en mi cotidiano, me ha dado la posibilidad de redactar la siguiente clasificación de distracciones áulicas:

  El dibujante: No falta en ninguna materia, este personaje muy peculiar -que por supuesto abunda en los pasillos de Bellas Artes-. Su procedimiento es indescifrable, simplemente se sienta y hace del garabato una obra de arte. Alrededor de él (en aproximadamente cinco bancos a la redonda), los compañeros tratan de mirar -disimuladamente- cómo se expresa esta criatura. Está claro, que lo que se apodera de estos chusmas de la caricatura, es un sentimiento insuperable de frustración. Ellos lo han intentado, pero han fracasado en el intento; horrendas pseudocaras y simbolitos abundan en los márgenes de sus cuadernos.
   Rango en la escala de distracción: 5,6 pepitos.

  Los que todo lo apuntan: Estos abominables seres son víctimas de innumerable cantidad de hechizos conocidos como "mal de ojo". Son personajes infaltables, que desde el minuto cero aprietan la Bic trazo grueso contra el cuaderno y no la levantan hasta el final. El problema con ellos, reside en el sentimiento de inferioridad que generan en quienes, han dejado de prestar atención y no saben ni dónde están, o en quienes han dejado de apuntar considerando que el profesor está yéndose por las ramas.
  Rango en la escala de distracción: 7,2 pepitos.

  Los conversadores: Seamos justos, todos alguna vez formamos parte de esta secta. Por suerte, sólo molestan a los ñoños del aula, ya que el resto ha aprendido a convivir con el murmullo de las anécdotas de verdulería.
  Rango en la escala de distracción: 3,2 pepitos.

  Los que acotan: La peor lacra del sistema educativo. Son despreciables, arrogantes. Viven para redondear lo que los profesores dicen, por la simple aprobación de quienes detentan el poder en este anacrónico sistema educativo. Son los mismos que cuando un docente hace una pregunta retórica como "¿se entendió?", gritan que sí.                                                               
  Rango en la escala de distracción: 9,0 pepitos.
                                                                                          
  Los humoristas: Siempre tienen el remate "justo" -a criterio de ellos, claro-, para acotar lo que estudiantes y docentes dejan picando. Ojo, no todos son malos, pero el problema es que los malos son una mayoría difícil de combatir. Un síntoma de la mediocridad radica en la repetición del chiste, cuando éste no fue oído en la primera pronunciación. Sea solidario, no los celebre; las risas los alienta a reincidir.
  Rango en la escala de distracción: 5,0 pepitos

  Las agrupaciones: Éste, es un caso particular; que nos distraigan no quiere decir que sean malos. Son los que entran a recitarnos lo que ya leímos en el papelito que nos dieron cuando llegamos. A veces son una buena forma de recreo en clases tediosas.
  Rango en la escala de distracción: 3,9 pepitos.

  Los ringtones: Con las nuevas tecnologías, las facultades se han poblado de apéndices de los estudiantes. Hoy en día, la necesidad de un celular parece innegable, pero con ello, llega un gran problema. La polifonía y los mp3, han tornado en pandemia. Teléfonos que suenan y nos tienen 20 minutos tarareando a Cerati, a los Beatles o la canción del Mario.
  Rango en la escala de distracción: 6,4 pepitos.

  El y la que están más fuertes que el primer pis de la mañana: Acá sobran las palabras.
  Rango en la escala de distracción: 6,2 pepitos.

Entonces. Después no digan que no les avisé.





domingo, 15 de abril de 2012

Chino básico


"¿En qué idioma hablo?"
Es una pregunta que hemos oído más de una vez, saliendo de la boca de nuestros padres.
Y es algo que nos marca a fondo. Si no, preguntenlé al chino de al lado de casa, que nos ofrece una baratísima solución a nuestros "probremas de ruz".



("Vera" $4.99)

viernes, 30 de marzo de 2012

Existenciales I

¿Cuál es la pierna que hace rengo al rengo?¿La más larga o la más corta?
Para mí que quien descubrió la respuesta fue asesinado hace rato.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Estereotipos I


Viajar en bondi de larga distancia es un garrón, de esos bien garrones.
Son largos, se duerme mal y se convive en espacios reducidos con gente desconocida, durante una eternidad.
El mayor de los problemas, emerge cuando uno tiene esa grata fortuna de tomar un colectivo, en donde todos los estereotipos de los malos hábitos, se ponen de acuerdo para hacerle inaguantable el viaje; incluso si no se ha salido de la terminal.


Hace poquito tomé uno de esos colectivos, donde todas coincidieron, permitiéndome elaborar un estudio sociológico de estos seres tan peculiares. Lo que sigue, es una suerte de glosario para el futuro viajero, para dotarlo de una mejor predisposición en futuros viajes de más de 300 km.
Es cierto, nadie se escapa de estas alimañas cuyo hábitat es el mencionado omnibus. Pero al menos, se van escalonando en su trayecto hacia romperte las pelotas.

El pateador: Es ineludible. Son pocos los casos en que un pasajero logra escapar de sus garras.
Este compañero de viaje se caracteriza por no encontrar nunca la posición adecuada. Constantemente se da vueltas y realiza pequeños rozamientos en el respaldo
delantero, que se traducen en un molestísimo dolor en los riñones.
Claro que hay casos aún más graves, como cuando estos muchachos llevan consigo valijas o mochilas, que los obligan a tener las piernas un poco más arriba; aquí los rodillazos son prácticamente constantes.
Rango en la escala de hinchapelotez: 7,3 pepitos.

El crío: Nunca falta la familia que asiste al evento con su pequeño purrete sub5. Esta bestia de los colectivos se subdivide a su vez en dos clases: el bebé y el "de jardín de infantes".
En el primer caso, el efecto salta a la vista enseguida. Por h o por b son capaces de encontrar motivo para descargar su llanto (que parece que hubieran contenido durante una semana). Los momentos de las lágrimas son bien marcados: al subirse al colectivo -ya están llorando (como si les pegaran a propósito antes de subir)-, y en el medio del viaje, cerca de las 3.30 am, cuando todos ya han conciliado el sueño.
El de segunda clase (desde mi perspectiva, el que habría que elegir en caso de presentarse la oportunidad), es aquél que ha desarrollado un altísimo grado de curiosidad y se la pasa preguntando absolutamente TODO lo que sucede en el colectivo, con el aditivo de estar como "testeando" sus cuerdas vocales; cada pregunta es expresada con un rarísimo timbre, que nada tiene que
ver con ser o no agudo, sino con lo tedioso que se vuelve escucharlo cada dos curvas.
Rango en la escala de hinchapelotez: Clase A: 10,0 pepitos
Clase B: 5,6 pepitos.

Los tortolitos: Estos engendros quizás generen su malestar en la envidia. Da igual.
Son esos que se suben al bondi y conforman la excepción a la regla "nunca te va a tocar un chico o una chica potable en el asiento contiguo". Descaradamente inician procesos de chamuyo, que se tornan molestos por los temas idiotas de conversación que llevan adelante; sus cuestionarios son breves, pero los silencios resultan incómodos, por lo que sacan extraños ases de sus mangas que los tornan en estúpidos ante los oídos ajenos.
Quizás sea envidida, sí.
Rango en la escala de hinchapelotez: 6,0 pepitos.



Las amigas (o los amigos): Sus características son similares a la de Los Tortolitos, la diferencia reside en el grado de naturalidad con la que llevan adelante el proceso.
Rango en la escala de hinchapelotez: 5,0 pepitos.

El que se caga (es divertido estar en este bando): Las descripciones sobran.
Rango en la escala de hinchapelotez: depende del grado de hedor.

El del paquete: Es ése que se deglute con devoción las golosinas que nos dan al subir.
Resulta paradójico, pero la cuestión reside en que al preparar estas vianditas, las empresas colectiveras seleccionan los caramelos, chocolates y galletitas con pequeños
desperfectos en su envasado. Es im po si ble abrir estas cosas sin que nos oigan en la otra planta del colectivo. Aun así, se esmeran por disimularlo, pero lo que no notan, es que tardan el triple. Y agotan la paciencia.
Rango en la escala de hinchapelotez: 8,3 pepitos.

El forro del celular I: Nunca falta el tipo "VIP" que está siempre al tanto de su celular. Lo
curioso de este personaje, es que no mira ni de reojo su aparato hasta que el chofer no pone primera. Entonces sí, arrancó el viaje y sonó la primera llamada.
Hay algo que es particularmente molesto en ellos; conscientes de su
situación como hinchapelotas, no encuentran jamás el volumen adecuado para sus palabras, y pasan de molestísimos suspiros (que los compañeros de viaje entienden), a las todavía más molestas repeticiones que surgen como resultado de que quienes están del otro lado del teléfono, no entiendan un pomo.
Rango en la escala de hinchapelotez: 7,8 pepitos.

El forro del celular II: El otro caso conocido, es el de aquellos pasajeros, que reciben llamados y mensajitos en los momentos más oportunos.
Están todo el tiempo con el aparato en la mano sin que pase absolutamente nada. No pasan dos minutos desde que lo guardan, para que empiece a sonar.
En esta situación, se combinan dos cuestiones de alto grado de hinchapelotez: la inutilidad para encontrar el teléfono en un bolso de 40 por 50, y la paciencia de quienes se encuentran del otro lado, que esperan a ser atendidos durante un largo transcurrir de tuuu tuuuu.
Rango en la escala de hinchapelotez: 8,0 pepitos.

Entonces. Después no digan que no les avisé.

sábado, 10 de marzo de 2012

Es Mentira II


La cáscara de banana es de alto riesgo, el consumidor habitual de tal fruta debe responsabilizarse por la piel que le desprende a dicho manjar. De lo contrario, las consecuencias serán trágicas.

Según estudios realizados por el bureau de investigaciones en frutos fructíferos presidido por el Dr. Maguila, la cáscara de banana se sitúa en la tercera posición en la escala de accidentes domésticos.


Si los párrafos precedentes tuvieran algo de sustento, viviríamos en un mundo en caos, donde el consumo de licuados de banana sería ínfimo y las clausuras de verdulerías fuera de norma, algo natural.
De chicos, nuestro gran maestro, nuestro "Sr. Miyagui", el televisor, no educa y nosotros no cuestionamos. Nos carga las retinas con advertencias, a las cuales sin embargo hacemos caso omiso. Entonces vamos y probamos.
Hacemos rampas similares a las que vimos hace un rato por Mtv y nos reventamos la nuca contra el primer árbol que aparece; y no por el peligro del acto cometido, sino por la distracción que genera la desilusión de que no nos haya salido ni siquiera en un mínimo porcentaje como en la tele.
O peor. Nos comemos las mentiras más grandes, al punto de querer convencernos.
Y no hablo de Sprayette; no, con las publicidades con doblajes hechos por actores de la academia Estebanez no me meto.
Hablo de la trampa mortal que en uno de cada tres episodios de los Looney Tunes aparecía: la patinada con una cáscara de banana.
Vaaaamos. ¿En serio?

Pero no lo hacemos enseguida.
Lleva tiempo juntar el coraje, para comerse una banana y guardar la pielcita, ponerla en el piso (siempre que mamá y papá no estén, o al menos no en la habitación), acomodar algún que otro almohadón que amortigüe la caída, y caminar en dirección a la "musa paradisíaca" -gracias Wikipedia por el sinónimo-. Entonces la pisamos y nos atajamos enseguida. Pero nada. Lo único que queda es un regio enchastre.

Pero, ¿y el origen de está boludez?
La única explicación que le cabe, es que aaaalguuuuna vez, en los estudios de estas productoras, algún empleado piso una cáscara de banana y resbaló. De aquí en adelante, se tomó el caso particular, se lo generalizó y se lo difundió.
Jamás se indagó sobre qué podría haber pisado realmente el trabajador.
Lo más probable es que se deba a que no es muy ético andar graficando mucho las cuestiones escatológicas.
De cualquier manera, lo más probable es que el móvil haya sido otro.
Después de todo no hay como patinarse con un sorete.

PD: Y ya lo dice el refrán: "el que está de malas, pisa mierda y se resbala".

sábado, 3 de marzo de 2012

Frases Célebres II

"Es un trámite".
Básicamente, equivaldría a decir lo sencillo que es realizar "x" tarea.
Daaaale.
Repetimos como loros y rara vez nos ponemos a pensar lo que decimos.

A: -¿Cómo la pasaste?
B: -Bomba.

¿?
Entonces retomemos.
Realmente "es un trámite" algo fácil, que se hace "de taquito" (ja, podría comillear todo el día, pero creo que el punto es bien bien claro), es un insulto hiriente hasta para el cadete más copado, que desmerece la tarea en cuestión.
Es obvio, el inventor de está calumniosa frase, jamás en su vida hizo cola en un ambiente separado por cubículos con olor a la esponjita de los sellos.
Es una fija: entre posturas incómodas (en jarra -si nuestras manos no cargan algún formulario-, cruzado de brazos, etcétera), siempre notamos que nuestra fila es la que menos avanza. Cada vez que vamos nos cruzamos con algún vejete, que jamás entiende las normativas y requiere una explicación más detallada que, por supuesto, consume nuestro preciado tiempo. O, tenemos suerte, y no nos cruzamos con ningún veterano, peeeero; justo cuando faltan dos números para el nuestro (peor aun, cuando la pantalla refleja nuestros dígitos), se acaba el agua del mate y es la persona de nuestro cubículo, la que tiene que renovar el termo.
De cualquier manera, el punto es que siempre se las ingenian para que nuestro turno tarde en llegar.
Todavía hay más.
Es curioso, pero la subdivisión de hojas a completar nos deja en jaque. No ha nacido el ser humano a quien no le haya faltado aunque sea el mínimo detalle por completar o "fotocopia de" por llevar, y su trámite haya resultado "un trámite".
Vamos, no nos mintamos. De lo contrario, comunicate, que te hacemos un lugar en el Hall de Fama (que inauguraríamos con tu foto. Siempre y cuando no te olvides de traer la fotocopia del documento y una declaración jurada donde autorizás a usar tu imagen).
No es complicado, sólo hay que reflexionar.
La próxima vez, cuando vayas a "x", pensalo dos veces.
Preferible que digas "es pan comido".

jueves, 16 de febrero de 2012

Sería tan sencillo I

Pehuen có -la menor densidad poblacional del planeta-, nos deja la consigna que tanto nos costó redactar:

"No le pedimos que limpie. Le rogamos que no ensucie"

¡Bravo!

PD: También nos deja uno de los mejores chistes en la categoría "no se fía"; "se fía. Sólo a personas mayores de 90 años acompañadas por sus padres".

viernes, 3 de febrero de 2012

Frases Célebres I



El tiempo me apremia. El blog se llena de polvillo.
Nada mejor que retomar la actividad poco a poco; hoy abriendo un nuevo segmento.

Para pensar:
"Sobrio no lo hago ni en pedo"