La
Liebre y la Tortuga
Los
animales estaban de fiesta. Era el centenario de la creación del pueblo y las
celebraciones en honor a Anónimo, creador de todo lo que ellos conocían, se
hacían presentes en cada rincón del bosque.
A
pesar de ello, la gente no olvidaba la tragedia acontecida hacía unas semanas,
cuando después de que Gepetovsky circuncidara a Pinocho con un sacapuntas, la
comunidad de estos personajes fantásticos sufriera una dolorosa pérdida;
Campanita había fallecido atravesada, cuando quién sabe por qué decidió
sentarse en la nariz del reconocido muñeco al grito de “miénteme, Pinocho,
miénteme”.
Sin
embargo, la Liebre –y la nombramos de esta forma porque curiosamente era la
única de todo el reino; de otra manera, la famosa leyenda que a continuación
será narrada se llamaría “Una liebre y una tortuga”, pero mejor darles entidad
y titular a la historia “La liebre y la tortuga”-. Mejor retomar el relato;
evidentemente, la extensa explicación anterior pudo haber significado una
pérdida en el hilo del relato.
Sin embargo, la Libre estaba empecinada en procurar que
todos olvidaran lo acontecido; al parecer tenía una especie de entongue con
Pinocho, con quien pensaban poner un videoclub en el bosque, y no le convenía
que fuera condenado –paradójicamente- a la hoguera. De esta forma, decidió
llamar la atención de todos los habitantes, convocando a la Tortuga a una
carrera por el pinar.
Por supuesto que la Tortuga, ni lenta ni perezosa,
accedió a competir; sobre todo después del ostentoso premio: una patineta que
le ayudaría a desmentir eso de que las tortugas se vuelven pedantes arriba de
ellas. Y sin perder tiempo, se dirigió al pinar donde la Liebre la esperaba con
ansias.
El espectáculo fue digno de ser televisado, pero como no
existían esos electrodomésticos, no pudo ser posible. Desde un principio, la
Liebre adelantó considerablemente a su rival y decidió echarse a un costado del
camino, a dormir un rato.
Lo que no estaba en sus planes –aquí hacemos un guiño al
lector, que sabe el trasfondo del hecho: la intención de liberar a Pinocho-,
era que no recordaba haber dormido en un lugar tan cómodo, por lo que cuando
despertó, ya fue demasiado tarde y la Tortuga había cruzado la meta. Desde el
público, el Diego le gritaba “se te escapó la Tortuga” –verdadero origen de la
frase-, pero a la Liebre poco le importaba.
Feliz de haber logrado su cometido, liberó a Pinocho –cómo
lo hizo ya es parte de otra historia- y juntos pusieron el videoclub anhelado.
Evidentemente se fundieron, ya que como se dijo, en el bosque no había
televisores.
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