sábado, 22 de octubre de 2011

Menos códigos que en una feria de artesanos

Estoy anonadado. Todavía no lo puedo creer.
Pacté la fecha con una telemarketer cordobesa y esperé.
Supuestamente se comunicarían con 24hs de anticipación para confirmar la asistencia; no sucedió así.
Deberían llegar entre las 8 y las 13. Llamaron a las 11 para avisar
que cerca de la una de la tarde arribarían al domicilio. Entonces, una menos diez, sonó el timbre; eran ellos.
En seguida me preguntó si tenía cable. Había ensayado las mil formas de evadirme, responder con convicción, pero no salió. Sólo atiné a decir que sí.
"Pero acá no me figura nada, che". Claro, estaba colgado; pero sin querer. El cable estaba ahí cuando me mudé.
"No sé, lo maneja el dueño eso, no tengo idea", mentí.
En seguida, me planteó la disyuntiva: tenía que sacarme el cable para conectar o irse y dejarlo. Juro que dudé, de un millón de formas traté de hacerlo entrar en razón, pero no hubo chance; era un tipo de moral.
Lo mandé a sacar el cable -forro, pensé-.
Volvió con otro problema; la respuesta al interrogante: "¿de dónde sale el cable?".
"Mirá, el departamento "a" es el que tiene el servicio y les reparte a todos, mejor hablá con ellos así no tenés problemas, porque si les pongo un filtro se la van a agarrar con vos".
Mi respuesta fue un inocente "gracias".
Me atendió la vecina, le conté. Entre los dos tratamos de hacer entrar en razón al muchacho del cable, cuya propuesta era sacar la "T" que conectaba los departamentos "a" y "c", esconderla, llamar nuevamente al técnico y tras la instalación de internet, volver a conectar.
La vecina le preguntó si no lo podía hacer él, pero el técnico se negó rotundamente -incluso no quiso prestarme su escalera para que lo hiciera yo-.
Se fue y me dejó el sabor de su moralidad a medias; "no te conecto pero te hago la gamba para que acomodes y escondas todo así te conectamos" -sería la idea principal-.
A los diez minutos volvió reclamando una bobina de cable, que definitivamente NO había dejado. Según amigos, habría perdido una cometa; para sustentar la hipótesis, podemos decir que quien ingresó fue otro técnico -haciéndose el sota-.
Cuando pude acceder a internet con el módem que me habían prestado -esos de celular que andan cuando menos los necesitás-, solicité el servicio nuevamente, aprovechando que por esa vía extendían la "promoción" por un año.
Hoy por la mañana volvieron a comunicarse conmigo.
Una nueva telemarketer.
Me preguntó las razones por las cuales no me habían conectado y yo dije que no sabía. Su respuesta tras revisar la base de datos, fue contundente: "lo que pasa es que hay algo fuera de norma, alguna conexión clandestina según el informe del técnico. Ahora le paso con el sector correspondiente así le cuentan un poco y convienen la fecha para conectar".
El teléfono se cortó, sin que supiera nada más.
Llamé yo y una vez confirmado el martes como día de conexión, pregunté la razón por la cual el técnico no había hecho la conexión. Esta nueva chica, sólo dijo que había algo "fuera de norma", según ella un "término empleado por los técnicos", pero que no sabía a qué refería.
Ojalá el martes venga el mismo técnico.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Be Carrefour


Hace tiempo tenía en mente la intención de volcar mis pensamientos filosóficos en alguna caja cibernética, que permita no olvidar mis ocurrencias filosóficas.
Constantemente, me aquejaba la necesidad imperiosa de abrir una enciclopedia con los más vastos pensamientos de carácter no necesariamente rectos; el formato serio ya lo tenía (http://raciosimioelhombremasa.blogspot.com/). Por otra parte, mis irregulares visitas al http://elblogdeave.blogspot.com/ me incentivaban a darme una oportunidad en la materia.
Fue la mudanza, la que me abrió el juego.
Habiendo completado el traslado de muebles, mientras algunos amigos me daban una mano acomodando la casa, fui al mercadito -no tengo presente el nombre, pero nunca salen de "Buen día", "Sol naciente" o simplemente "Sol"- de al lado a comprar algo para merendar. Tras elegir una Cindor, algunas galletitas y un par de cervezas, la cuenta daba un resultado que -como siempre-, no era redondo.
De cualquier forma, para mi grata sorpresa, el hermano oriental me dijo: "18.50", corrigiendo en seguida "18... a-migo".
Pero la historia no termina en este simple hecho accidental.
Nuevamente, lo visité en busca de esas pelotudeces que uno nunca compra en el mercado grande y porque siempre se acuerda tarde, y esta vez, ante una nueva cuenta no redonda, omitió decirme el valor con coma, pidiendo simplemente nueve pesos; ágil de vista, vi cómo su calculadora marcaba nada más y nada menos que ¡9.70!
Entonces aquí viene lo interesante.
He dado con un supermercado donde no sólo no te ofrecen caramelos como medio de pago, sino que además redondean para abajo(¡!).
Estamos ante una nueva generación de supermercados chinos. Es la apertura a una época donde tendremos que dejar de lado viejas etiquetas y preconceptos.
Igualmente, habrá que tener cuidado; algo traen entre manos.